Noche, no muy tarde, después de la cena.
Mi hija Paloma (6) se queda mirando unas fotos que están sobre la repisa del living.
Son de cuando su madre y yo nos conocimos.
Nos vemos jóvenes y felices, como suele suceder en esas fotos.
De pronto me mira y, sin anestesia, me dice:
- Pá, extraño tu cara con sonrisa de cuando yo era bebé.
- Y ahora que cara tengo Paloma?
- Cara de ogro en la mañana que no tiene el desayuno servido.
Implacable.
Mi hija.
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